El agua en muy importante para nuestro cuerpo, es vital para la vida y multitud de funciones metabólicas. Si además corremos, mantener unos niveles adecuados de hidratación resulta imprescindible, no solo para mantener elevado nuestro rendimiento, también para evitar alteraciones que nos pueden llevar a situaciones no saludables.
Es aqui donde se cometen los grandes errores. Las horas y momentos previos al ejercicio, son claves para evitar la deshidratación, ya que una vez que aparece la sensación de sed, ya será imposible hidratarse de forma correcta.
Antes de iniciar nuestra actividad deportiva, correr, la mayoría de las personas no beben porque no tienen sed. Lógicamente el ejercicio no ha comenzado, no se ha sudado y el agua está bien distribuida. Lo que no nos paramos a pensar, es que cuando llevamos unos minutos haciendo ejercicio, nuestro plasma sanguíneo ya ha comenzado a disminuir y cuando aparece la sensación de sed es porque ya estamos deshidratados, es una señal de alarma que emite nuestro organismo, podemos beber y la sed puede que desaparezca pero nuestras células ya permanecerán deshidratadas y nuestra sangre será mas densa.
Al realizar ejercicio, el calor corporal aumenta, y el sistema de termorregulación actúa emitiendo sudor a la piel para “refrigerarlo”, se libera gran cantidad de agua en forma de vapor, este agua proviene del intersticio, lo cual no supone mucho problema, pero el organismo comienza también a extraer agua del plasma sanguíneo, y esto sí que supone un gran problema para el rendimiento cardiovascular.
Al desaparecer el agua de la sangre, se produce una hemoconcentración, es decir, la sangre se vuelve mas densa, cuesta mas trabajo moverla a través de los vasos y capilares, el corazón comienza a latir con mayor frecuencia para conseguir mover la sangre por todo el árbol vascular, la frecuencia cardiaca se eleva y consecuentemente la fatiga no tarda en aparecer, el rendimiento disminuye considerablemente.
Todo esto por no tomar agua antes de comenzar el ejercicio, por tanto, debemos beber cuando no tenemos sed, no debemos esperar a que aparezca esa sensación, el mecanismo de alarma ya estará activado. Además tenemos la ventaja que cuando ingerimos líquidos antes del ejercicio, nuestro estómago los vacía fácilmente, y cuando estamos haciendo ejercicio este agua se encuentra pasando del intestino delgado a la sangre cumpliendo su función de rellenar las posibles perdidas de agua del plasma, la hemoconcentración no se produce, la frecuencia cardiaca no se eleva en exceso y el rendimiento no disminuye.
Es aqui donde se cometen los grandes errores. Las horas y momentos previos al ejercicio, son claves para evitar la deshidratación, ya que una vez que aparece la sensación de sed, ya será imposible hidratarse de forma correcta.
Antes de iniciar nuestra actividad deportiva, correr, la mayoría de las personas no beben porque no tienen sed. Lógicamente el ejercicio no ha comenzado, no se ha sudado y el agua está bien distribuida. Lo que no nos paramos a pensar, es que cuando llevamos unos minutos haciendo ejercicio, nuestro plasma sanguíneo ya ha comenzado a disminuir y cuando aparece la sensación de sed es porque ya estamos deshidratados, es una señal de alarma que emite nuestro organismo, podemos beber y la sed puede que desaparezca pero nuestras células ya permanecerán deshidratadas y nuestra sangre será mas densa.
Al realizar ejercicio, el calor corporal aumenta, y el sistema de termorregulación actúa emitiendo sudor a la piel para “refrigerarlo”, se libera gran cantidad de agua en forma de vapor, este agua proviene del intersticio, lo cual no supone mucho problema, pero el organismo comienza también a extraer agua del plasma sanguíneo, y esto sí que supone un gran problema para el rendimiento cardiovascular.
Al desaparecer el agua de la sangre, se produce una hemoconcentración, es decir, la sangre se vuelve mas densa, cuesta mas trabajo moverla a través de los vasos y capilares, el corazón comienza a latir con mayor frecuencia para conseguir mover la sangre por todo el árbol vascular, la frecuencia cardiaca se eleva y consecuentemente la fatiga no tarda en aparecer, el rendimiento disminuye considerablemente.
Todo esto por no tomar agua antes de comenzar el ejercicio, por tanto, debemos beber cuando no tenemos sed, no debemos esperar a que aparezca esa sensación, el mecanismo de alarma ya estará activado. Además tenemos la ventaja que cuando ingerimos líquidos antes del ejercicio, nuestro estómago los vacía fácilmente, y cuando estamos haciendo ejercicio este agua se encuentra pasando del intestino delgado a la sangre cumpliendo su función de rellenar las posibles perdidas de agua del plasma, la hemoconcentración no se produce, la frecuencia cardiaca no se eleva en exceso y el rendimiento no disminuye.